Bambú de la Plaza Libertadores

Bambú de la Plaza Libertadores

Bambú de la Plaza Libertadores

Me gustan los bambús, se oyen como una coreografía de sables, como un ejército de viento  siempre en guardia. Lanzas de dragones en posición de defensa, lluvia a de dagas de oro apenas reverdecidas por la clorofila que armonizan con los destellos que se filtran intermitentemente en el contraluz. Un magnífico astillero de sombra dinámica, una brigada de bastos que presagia la rivalidad entre los cercanos o la sintonía entre los distintos.  Sin embargo estar a su sombra es como sentarse a escuchar el río al estilo de Siddhartha.

En esta plaza Los bambús velan a cuatro esquinas, Son los caballos del Samán, son su enroque ante el acecho urbano, y su altivez está en la discreción,  porque a pesar de que por allí desfilan todas las fichas de esta ciudad con sus grandezas y pequeñeces y de que en esta plaza se han jugado las correspondientes partidas,  tales gramíneas son apenas  parte del paisaje, ni ídolos, ni edecanes, si acaso personajes.

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Luis Enrique Galindo Rangel

Oriundo de Viracachá, Boyacá pero históricamente bogotano de los de los trolis y las garullas, chivato de cuando las calles fueron frías, grises y aun con el lastre residual del 48 bogotano, tal vez por ello se sensibilizó por aquella arquitectura que quedó en pie.

Maya Corredor, Villavicencio, Meta

Licenciada en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional. Actualmente tesista en la maestría de Ciencias Sociales con Orientación en Educación FLACSO – Argentina.
“Gestora de procesos de educación popular y miembro fundador de la corporación Sumarse. Autora de artículos sobre vínculos entre la investigación cualitativa y la imagen, ponente sobre el tema en Colombia, Brasil, Uruguay, Argentina y Cuba. Con experiencia en docencia universitaria…

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Parque de los Periodistas

Parque de los Periodistas

El Parque Infantil en Villavicencio, tenía una rueda giratoria para niños, que a algunos de nosotros nos enseñó las consecuencias del vértigo y la fuerza centrífuga, aquellas montadas no pocas veces terminaron en vómitos, moretones y suturas entre los más arriesgados. Muchos de nosotros ya habíamos sobrevivido al columpio y a la lata oxidada del rodadero. Pero también había otros más tranquilitos que se conformaron con el balancín o jugando en la tierrita. En todo caso este era un lugar feliz desde ese entonces,  Siempre fue un momento feliz el de ir hasta allí.

Para nosotros era natural que estuviese siempre esa gran sombra  de la ceiba cubriéndolo todo. Los parques se hacían en donde estaban los mejores árboles, las casas se distribuían de manera que se pudiera preservar alguno de estos palos en el patio o en el jardín;  mangos o catleyas componían las zonas sociales de las mejores casas y hasta allí llegaba la gente a refrescarse en la hora de las visitas. Los árboles eran un miembro más de la familia.

Hoy continúa dando sombra este bello árbol. Aún van los niños a realizar sus pequeños paseos por allí, pero estos parques ahora son diferentes, ya no tienen aparatos de entretenimiento. Con el tiempo se convirtieron en ese patio que desapareció de las construcciones  modernas, se podría pensar que por esto, muchos viejos van allí a reposar sus nostalgias. Por suerte por acá, aún hay a dónde ir a sentarse bajo una buena sombra. Además por allí en sus alrededores hoy prosperan algunos de los nuevos sitios para merendar.

El Samán del Centro

El Samán del Centro

En el parque Los Libertadores del centro de Villavicencio aun sombrea este glorioso samán, que es el eje cardinal de los recorridos de los llaneros. Desde las orillas del Orinoco siempre han de venir por alguna razón  hasta este punto de la ciudad y por ejemplo a recibir o entregar algunas encomiendas traídas desde otras latitudes.

Este era apenas un lugar de paso, pero entre los trashumantes, habrían de venir los de talante fundador, con su progenie y sus anhelos de una nueva vida, por ello fácilmente sucumbirían al inmenso mar verde y su fastuoso horizonte. Estos advenedizos montañeros se enfrentarían a una inmensidad capaz de activar su voluntad de conquistadores y a la vez con un paisaje de naturaleza tal, que apaciguaría tanto a los alebrestados domadores de bestias y los curtidos arrieros de ganado como a las más enérgicas matronas, hasta absorber por fin sus raíces.

A este punto luego arribarían consecuentemente, los comerciantes, los constructores, los ganaderos y los primeros arroceros,  despertando el interés de curiosos y viajeros de la capital, la cordillera y más allá. Visitantes tales como  el Alemán Horst Martin, que hizo un valioso registro fotográfico a blanco y negro de lo que fue Villavicencio y sus alrededores  en la década de 1930 Una labor que hoy que nos ha permitido, hacer este acercamiento desde la acuarela  a lo que pudo ser el ambiente en esa época primigenia de la capital del Meta.

 

VENTA DE PIÑA VÍA A RESTREPO META

VENTA DE PIÑA VÍA A RESTREPO META

.En la vía Restrepo…

Siempre se oyó decir que los terrenos de la vía a Restrepo eran los más frescos de esta parte del piedemonte llanero. Una imagen mental siempre verde con muchos destellos sobre los matices anaranjados que bordean las ramas y las figuras al atardecer. Los más conocedores se adelantaron hace un par de generaciones y se hicieron a sus grandiosas hectáreas casi sin hacer presencia, pero aun así se comentaba que hasta expresidentes tenían propiedades por allí, aunque jamás se les vio por allí, o al menos ninguno de los que narrábamos como una hazaña hacer la doble hasta Restrepo en monareta se topó con alguna figura.  En los 80s una bolsa con pan de tienda y bocadillos veleños eran  el festín para el camino, incluso un pedazo de panela  nos hacía sentir orgullosos como lo éramos de  Martín Ramírez, Lucho Herrera y Fabio Parra. Acerca de las piñas hubo muchas ideas emprendedoras como de las patillas y el marañón, pero lo cierto es que yo mismo me sorprendí décadas después, viendo la bolsita de piñas zarandeada al borde de la carretera. Un sabor dulce acompañado de una sensación fresca y suave que se había convertido en uno de los complementos de los paseos de fin de semana. De repente hay muchos carros familiares sobre esa vía, dulces de las abuelas, pan de arroz, envueltos, masato, avena, pandebono y unos pocos kilómetros más allá, se asa carne a la llanera (mamona) y mojarra frita. Todos los encantos de una ruta a un pueblo aledaño que en esta geografía se encuentra  a una distancia apta para los nuevos bikers.

Pero yendo en bici  se viaja entre contemplativo y meditabundo, pero un día de esos paré y le tomé la foto a la vendedora de piña, pues me resultó atractiva, sin embargo continué a mi ruta hasta Restrepo.

La Cra. 33 Villavicencio Antiguo

La Cra. 33 Villavicencio Antiguo

 

La Carrera 33  es una de la vías de acceso a la plaza central de Villavicencio, al centro de esta acuarela, se ve una esquina que da inicio a lo que es hoy la cuadra de las tipografías, pero esa esquina fue famosa en el pasado porque allí vendían la Chanfaina que es un plato típico de Santander y el altiplano cundiboyacense.

Yo  recuerdo esta calle por las casas de adobe, aún hoy en el 2021 hay algunas en pie. A mitad de este trayecto, a mano izquierda quedaba la casa de don Martín Morales y doña Lilia Páez, yo pasé muchas tardes en su gran patio, disfrutando de la sombra de un gran árbol en el que parecían habitar algunas guacamayas y otras aves, también recuerdo los pasillos llenos de macetas con helechos frondosos y otras plantas de hojas grandes, por allí  algunas personas iban transitando como si este lugar fuera un despacho.

En los 70s incluso hubo un taller de sandalias hechas con suelas de material de llanta de carro (Reciclando) hechas por hippies muy cercanos a mí, El taller se llamó “Macue” Recuerdo los nombres de Federico Morales, Henry Corredor, Paloma (Nakabi) y Luis Galindo.

 

Del teatro Cóndor

Del teatro Cóndor

 

Esta es una Interpretación en acuarela de una fotografía que el Sr Guillermo Herrera capturó del teatro Cóndor. con su cámara.

Este Lugar fue una de las primeras salas de cine que apareció en Villavicencio por allá en 1947

Yo imaginaría que por esa época se proyectaban películas como “Por quién doblan las campanas” de la Paramount Pictures, lo supongo por que es un título que creo haber oido mentar entre los mayores, también pudo ser alguna historia épica como “Sansón y Dalila”, obviamente no faltaron las de “Charles Chaplin”, ni las películas mexicanas con la diva María Felix quizás en compañía de Pedro Infante, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz y Dolores del Río, estrellas de la época de oro del cine mexicano.

Tal vez no fue mi primera experiencia con el cine pero, tengo un vivido recuerdo en primera fila sufriendo las fauces de “Tiburón” aquello debió ser a mis cinco años de edad y si la gente adulta se asustó en la proyección de La llegada de un tren a la estación de La Ciotat” de los hermanos Lumière, pues he de contar que grité hasta el final, solo descansé hasta que explotó ese tanque de oxigeno atorado en esas mandíbulas gigantes llenas de filosos dientes que parecían poder salirse de la pantalla.  Después sí, vienen muchos recuerdos de los matinales con dibujos animados como los de Tom y Jerry, El Correcaminos , otras películas con muchos Karatecas y las de Terence Hill y Bud Spencer. Tal vez la última que vi en este teatro fue “Cobra” por allá en los noventas, aunque ya la sala era casi un antro, pero creo este teatro merecía ser rescatado, no podía estar mejor ubicado.

 

Galería de Atila Galindo Velásquez

Galería de Atila Galindo Velásquez

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Un llanero en Los Centauros

Un llanero en Los Centauros

 

El paisano y su historia representada en el monumento homenaje al Centauro llanero de la artista Patricia Valdivieso en la plazuela de Los Centauros de Villavicencio (Centro Histórico), lugar que antes de los ochentas fue un concurrido centro de negocios agropecuarios pero principalmente de ganado,  de la misma manera también fue un centro cultural de baquianos, comerciantes y acalorados nuevos villavicenses.

Los Centauros, por acá son la metáfora de indios y mestizos a caballo, que harapientos y apenas con lanzas  o machetes lucharon por la libertad de la patria.

Puedo imaginarlos como centauros de greda y polvo, asidos a sus bestias nada más que por cinética y arrojo. Ímpetu de guerrero y nobleza de animal en un solo movimiento y sin embargo seres salvajes y  temibles que se tragaron la llanura y la cordillera en busca de una batalla que más tarde los convertiría en héroes de una patria que rápidamente los olvidó. Pero que como  partieron cantando victoria, aun se les puede oír en algunas gargantas recias que rebotan su alaridos y cantos cabresteros contra el  suelo duro, y este les replica el golpe seco a ritmo de alpargata, estimulando el escobilleo cadencioso y el coqueto de las amazonas de las tierras llanas,   incitando a la insolencia del contrapunteo pero también a la tonada.  Es así como se prende el joropo, como se engalana la copla y la danza. Alboroto que en días oportunos abre paso al parrando llanero que  es una manera festiva y cultural de recordar a nuestros legendarios.